jueves, 10 de enero de 2013

NAMAACHA



Hace mes y medio que llegué a Mozambique para realizar el seguimiento de los proyectos que la Fundación Madreselva lleva a cabo en este país. Por el momento estoy en la zona sur del país. Voy viajando de proyecto en proyecto según las necesidades y por lo que he podido conocer a varias de las comunidades de las hermanas salesianas, contraparte local de gran parte de los proyectos de la Fundación Madreselva que actualmente se extienden en 11 comunidades a lo largo de todo Mozambique, promoviendo actividades de desarrollo de los colectivos más vulnerables y desfavorecidos, especialmente infancia, juventud y mujeres.
Mozambique vivió un periodo de guerra de independencia desde 1961 hasta 1974, seguida de una guerra civil hasta el 1992, cuando se firmó el acuerdo de paz que puso fin a los enfrentamientos. Las hermanas salesianas llegaron a Mozambique en el año 1952, por lo que la mayoría de ellas tienen muchas historias interesantísimas que contar, son vivos testimonios de tiempos de guerra, ataques, hambruna, epidemias, inundaciones, etc. Es verdaderamente admirable el trabajo de las hermanas. Pararte por un momento a pensar que muchas de ellas llegaron aquí en pleno conflicto para ayudar a los más pobres y nunca han perdido sus ganas de dar el máximo por el pueblo mozambicano.
En concreto, recuerdo muy bien la primera historia que me contó la hermana Orsolina de Namaacha. Cuando ella llegó a Mozambique desde Brasil en pleno conflicto, la carretera que une Maputo (la capital) con Namaacha sufría constantes ataques, ellas se veían obligadas a hacer ese trayecto con la balas pasando por su lado, un camino que antes estaba lleno de animales como cebras o jirafas y que la guerra se llevó. Pude ver la emoción en sus ojos con destellos de lágrimas al recordar esos tiempos, no tan lejanos, en que se escondían en la casa a la espera de que pasaran los ataques, siempre juntas, ayudando en todo lo que podían a las gentes del pueblo.
Tras la independencia de Mozambique, el régimen comunista arrebató los bienes de los ciudadanos, incluidas a las hermanas, que más adelante fueron devueltos en penoso estado. Gracias a la ayuda de proyectos como los emprendidos por Madreselva se ha podido reconstruir los edificios derruidos tras la guerra e incluso construir otros de obra nueva para atender a las necesidades de los ciudadanos. La comunidad de Namaacha actualmente tiene un orfanato, una guardería, una escuela primaria y otra secundaria, varios huertos y la casa de las hermanas. Todavía a día de hoy se pueden encontrar partes del centro que no se han podido rehabilitar tras la guerra y que siguen respirando ese aire decadente, como el salón de actos de la escuela, que a pasar de que un grupo de voluntarios pintó sus paredes, carece de sillas, el techo está lleno de agujeros con las consecuentes inundaciones cuando llueve, los baños están totalmente derruidos y el escenario maltrecho.
Según el Informe del Programa de Naciones para el Desarrollo (PNUD) 2011, Mozambique se encuentra en el puesto 184 de índice de Desarrollo Humano, de los 187 analizados por Naciones Unidas, por lo que se clasifica como el cuarto país más pobre del mundo. Resulta esencial para el país la ayuda en la educación de su población con el fin de poder labrarse un futuro digno con proyección a asegurar su independencia en el futuro respecto a la ayuda externa esencial por el momento. En este sentido, es bien conocido en le país la labor de las hermanas y sus centros como proveedoras de una educación de calidad, que están desarrollando una labor inestimable para los más desfavorecidos.
Todavía no he podido ver el centro de Namaacha en activo, con sus alumnos y niños en acogida, porque nos encontramos de lleno en el periodo estival y hasta la próxima semana no empiezan las clases, pero espero volver pronto para ver la alegría y sonrisas de los pequeños.



Gemma Voluntaria de Gestión de Proyectos en Mozambique

miércoles, 9 de enero de 2013

COLOMBIA EN EL CORAZÓN


Hace ya casi dos meses que volví de mi voluntariado en Colombia y mi cabeza sigue estando allí con bastante frecuencia. Debe ser porque mi corazón lo está de pleno. En concreto ,en la comunidad de Los Olivos, una zona muy marginal de Cúcuta, la capital del departamento de Norte de Santander, al noreste de este hermoso país, justo en la frontera con Venezuela. 
Allí, en el Oratorio Centro Juvenil y Comunitario don Bosco compartí dos inolvidables meses con una comunidad de más de dos mil personas que vive, en  condiciones de suma vulnerabilidad y pobreza, en  seis barrios de  “invasión”.  Y os preguntareis, ¿qué son los barrios de  invasión?. Pues algo que solo se da en unos pocos países, entre ellos Colombia.

Como sabéis, durante los últimos cincuenta años, los colombianos llevan padeciendo una situación de violencia continua. Los actores principales son las guerrillas de las FARC y  el ELN.  Están enfrentados, por un lado, con el Ejército colombiano y, por tanto, el Estado. Y por otro con los exparamilitares, ahora BACRIM, es decir Bandas criminales –grupos que en zonas en las que el Estado está ausente- se erigen en defensores de los ciudadanos para ,con la excusa de “protegerlos”,  tenerlos a su merced.
Las victimas de todos estos grupos y, en definitiva, del conflicto armado son los ciudadanos. Y de estos, sobre todo, los más pobres y vulnerables que son, en su mayoría, campesinos. 
Estas personas   han  tenido que abandonar sus  modestos  “ranchitos”, obligados , bien por los continuos enfrentamientos armados, que ,en muchos casos, han dejado  víctimas entre sus familiares; bien “invitados” por los grupos armados que no querían testigos; o bien forzados por  la guerrilla o las  bandas criminales que se quedan  con sus tierras y  plantan hoja de coca, el gran negocio de las FARC,ELN y las bacrim.
 Una vez  obligados a huir  de sus casas, siempre con una ollita y una cobija como  único equipaje, estas personas se instalan, como pueden,en barrios de invasión, como estos de Los Olivos.  Y ahí entra a trabajar nuestro gran protagonista: el Oratorio Centro Juvenil y Comunitario don Bosco.
Hoy, como se aprecia en la foto, es un edificio magnífico y hermoso. Pero, la idea se empezó a gestar, modestamente,  hace  apenas unos años, cuando unos cuantos padres salesianos de Cúcuta llegaron a Los Olivos a celebrar la Navidad con estas personas desplazadas. Regresaron, meses después, para construir una pequeña chocita y, gracias a la  tenacidad del padre Héctor Franco y la ayuda salesiana internacional, hoy, el Oratorio es un preciosos Centro  abierto a todas las personas de esta comunidad.
 El impulsor  y alma del proyecto es el padre Héctor Franco. Siempre atento a las necesidades sociales de la comunidad. Moviendo Roma con Santiago para que llegue la ayuda.
 La coordinación, el día a día, es obra de David Umaña, un joven de 23 años, estudiante de la mejor universidad de Bogotá, que un día decidió dejarlo todo e irse  a Los Olivos, para trabajar, como voluntario, con y para las personas  más vulnerables de su país. 
Haber tenido la oportunidad de colaborar y aprender diariamente  tanto y tanto  con David  es toda una suerte que, de pronto, se te presenta en la vida. 

Convivir, disfrutar y absorber todo lo que te enseñan los habitantes de los Olivos es la segunda lotería, que le puede tocar a un voluntario-a.

Así lo he vivido yo y también Adrián y Raquel, que estuvieron en los Olivos más de un mes.  E igualmente Cristina, nuestra responsable de Voluntariado y Proyectos de Madreselva, que viajo desde España para conocer el proyecto. Todos agradecidos, también al padre Juan José Zambrano, que tanto nos  ayudó. Y a voluntarios como Edwin Ariza, inteligente y divertido, que nos enseñó tanto sobre  la realidad colombiana.

Y ahora te preguntarás :¿Qué puede hacer un voluntario-a en Los Olivos?. Todo, nos decían el padre Héctor y David, por e-mail, cuando íbamos a viajar. Y lo comprobamos al llegar allí .

Así, hay atención a niños y jóvenes  en distintos talleres ya en marcha  como música o teatro, u otros que puede crear el propio voluntario/a.
 Apoyo académico a estudiantes : los colegios del Estado donde van los muchachos y muchachas son de muy poca calidad y estos  tienen muchas necesidades en todas las materias. 
Alfabetización a adultos : hay muchas personas que no saben leer ni escribir.
Manualidades: es muy interesante llevar talleres para que la comunidad aprenda actividades recreativas y también de utilidad práctica o lucrativa  en su vida diaria.
Talleres de autoestima, inteligencia emocional, empoderamiento de mujeres , masajes terapéuticos y un largo etcétera. 
Y por supuesto los juegos didácticos con niños, jóvenes y adultos. Aparte de esto, cada voluntario/a aporta su  conocimiento profesional y, también ,sus aficiones: informática, guitarra, música, deporte… .

 Todo es bienvenido  y de gran utilidad .La idea es que todas las actividades sirvan para capacitar a personas de la comunidad para que, una vez que se va el voluntario-a, el proceso de aprendizaje tenga continuidad. 

Cuando todavía en España tenía mis dudas sobre si viajar a Colombia, una amiga que vive allí me dijo :” ven, no te arrepentirás. Los colombianos son personas extraordinarias, valientes , que han sufrido mucho, pero que luchan ,construyen y salen adelante  en las circunstancias más difíciles”.
 Yo tengo que añadir, que, además , son  las personas más afectivas, cariñosas, alegres, generosas, cooperativas  y laboriosas que he conocido…
Por eso, están y estarán siempre en mi corazón.


Carmen Corredor. Voluntaria 2012